FEMINISMO AL ROJO

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 “para las feministas, alcanzar la plena igualdad de derechos con respecto de los hombres en el marco del mundo capitalista contemporáneo es un fin en sí mismo, mientras que para las mujeres proletarias, la igualdad de derechos es un medio para la lucha continua contra la esclavitud económica que sufre la clase obrera”  A Kollontai

Prosigue el debate sobre Feminismo y Marxismo que por lo que vemos es mas antiguo de lo que parece. Aquí una nota sobre estas tensiones en los orígenes mismos del movimiento socialista. Hemos publicado un reportaje a la pensadora Silvia Federici, una “Crítica a Federici” titulado “De la quema de brujas al trabajo productivo” de Guillem Murcia y “Nosotras el proletariado” de Andrea D Atri que las puede encontrar en Laburantes.org.

por Daria Dyakonova //

“Si la liberación de la mujer es impensable sin el comunismo, el comunismo es impensable sin la liberación de la mujer” – Inessa Armand [1]

Es la noche del 30 de julio de 1920; unas ligeras columnas de trabajadoras, con pancartas y pañoletas rojas, se dirigen al Teatro Bolshoi desde los distritos periféricos de Moscú. En sus carteles, las consignas rezan: “de la dictadura del proletariado en todos los países, a la completa emancipación de las mujeres”.

“Un coro de voces femeninas entona La Internacional por las calles de Moscú. Las proletarias moscovitas acuden con alegría a la inauguración de la Primera Conferencia Internacional Comunista de las Mujeres en el Teatro Bolshoi, a la que también se unen visitantes extranjeros

Hacia las ocho de la tarde, el aforo del teatro está completo. Las trabajadoras ocupan la platea y las gradas, y el escenario acoge a las delegadas de Alemania, Francia, Reino Unido, EE.UU. México, Austria, Dinamarca, Suecia, Hungría, Finlandia, Noruega, Letonia, Bulgaria, India, Georgia, el Cáucaso y el Turkestán” [2].

Así describieron las mujeres revolucionarias la apertura de su primera conferencia, celebrada en Moscú en julio de 1920. Una veintena de mujeres, representantes de 19 países diferentes, se reunieron aquel mes para debatir sobre la situación de la mujer en el marco de la Segunda Internacional Comunista (o Comintern), inaugurada un año antes por iniciativa de Vladimir Lenin para reemplazar a la Segunda Internacional Socialista, la cual había sido desacreditada por sus propias políticas militaristas y nacionalistas durante la Primera Guerra Mundial.

La emancipación de la mujer era una cuestión ya consolidada en la agenda socialista. El programa del Comintern recogía la total igualdad de derechos entre mujeres y hombres, de facto y de iure, así como la integración de la mujer en la vida política, la enseñanza y la sanidad gratuitas para las mujeres, medidas sociales para liberarlas de la carga del trabajo doméstico y de cuidado familiar o para acabar con el doble estándar sexual que afecta a hombres y mujeres

El comunismo y el feminismo: ¿aliados, rivales o juntos en una sola lucha?

A pesar de que son escasos los estudios realizados sobre las políticas de género del Comintern, múltiples voces autorizadas de la academia occidental han despreciado las políticas comunistas y, en especial, soviéticas, en materia de género, considerándolas “irrelevantes y poco coherentes” [3]. La misma actitud peyorativa y arrogante contra los éxitos del movimiento femenino y comunista internacional está extendida en las producciones académicas sobre tal materia. Tanto el feminismo liberal de la Guerra Fría como comentaristas más actuales subrayan que, tras la Segunda Guerra Mundial, los movimientos feministas de países socialistas y otras organizaciones aliadas (como la Federación Democrática Internacional de Mujeres y su filial norteamericana) movilizaban a sus miembros para servir al partido más que a las mujeres. Los mismos intelectuales, en cambio, destacan la supuesta autonomía y neutralidad política de las organizaciones feministas no obreristas de Occidente [4].

El feminismo socialista ha insistido durante años en los grandes defectos de la agenda marxista en materia de género: especialmente, su incapacidad de incorporar la centralidad de la división sexual del trabajo en todas las esferas y la falta de preocupación con respecto de las cuestiones reproductivas y sexuales. También se arguye que los intentos realizados de entretejer las críticas del feminismo socialista hacia el marxismo clásico con la historia de los movimientos y las entidades políticas que proyectaron la realización de las teorías marxistas son todavía inadecuadas. [5]

Recientemente ha crecido el número de intelectuales que precisan y corrigen estas interpretaciones, criticando el fortalecimiento (después de 1989) del paradigma triunfalista de la Guerra Fría. Estas nuevas contribuciones señalan que “el feminismo liberal ha subestimado el alcance del programa de emancipación femenina en tanto que elemento fundamental del programa comunista para una modernización rápida”, el cual era considerado por las mujeres comunistas y socialistas como el mejor camino para el empoderamiento femenino [6]. Se ha dicho que las mujeres feministas que trabajan en organizaciones nacionales e internacionales  alinearon estratégicamente sus programas con los objetivos de los partidos comunistas, entendiendo que aquellas políticas eran más eficaces que los métodos del feminismo burgués. Este alineamiento es causa de grandes logros para las mujeres en términos de igualdad jurídica y en el ámbito familiar, de la educación y del trabajo, especialmente cuando se comparan países socialistas y no socialistas con similares características culturales y de desarrollo económico. Por último, esta corriente intelectual ha promovido la reflexión acerca de los orígenes de la llamada “Segunda ola del feminismo” y sugiere que son más diversos y complejos de lo descrito por el discurso dominante [7].

Este trabajo toma esta última perspectiva para analizar los inicios de la Internacional Comunista de las Mujeres (ICM). [8] Se centrará en tres temas concretos: las ideas de la organización en relación a la emancipación femenina (incluyendo la cuestión del trabajo doméstico y la división sexual del trabajo, la cuestión reproductiva y de los cuidados); la relación con movimientos feministas no comunistas y la problemática relación con los camaradas masculinos.

La Primera Conferencia de Mujeres Comunistas: un programa para la emancipación femenina

A diferencia de la Internacional Juvenil Comunista, que era independiente del Comintern en términos organizativos, los grupos de mujeres comunistas vivían integrados en las estructuras de los partidos. En la Primera Conferencia de Mujeres Comunistas se decidió, no obstante, que los partidos crearían instituciones de movilización específicas para las mujeres (a las cuales los hombres también podrían pertenecer), cuyo trabajo sería coordinado a nivel local y sectorial por comités femeninos. En 1922 los partidos comunistas de casi todos los países europeos contaban con estructuras específicas para la cuestión de género.

Dentro del Comintern se creó un Secretariado Internacional de Mujeres, asociado al Comité Ejecutivo (una representante del Secretariado participaba también en tal Comité) y con sede inicialmente en Berlín y después en Moscú. Desde sus inicios, el Secretariado incidió en su carácter transnacional y fomentó el intercambio de experiencias e información entre los diferentes países, mediante la celebración de reuniones anuales y la publicación, hasta 1926, de la revista mensual Kommunistiche Fraueninternationale.

No obstante, en la práctica, los lazos internacionales y el intercambio de información y experiencias se desarrollaron con lentitud. En 1921, durante la Segunda Conferencia de Mujeres Comunistas, la destacada líder alemana Clara Zetkin denunció que la debilidad de los vínculos de las organizaciones a nivel internacional se debía a la desorganización de las vías férreas en Europa, a la dificultad de mantener conexiones personales y a la hostilidad del clima político [9].

La Primera Conferencia de Mujeres Comunistas creó una comisión para la redacción de las “Tesis sobre el Movimiento de Mujeres Comunistas”, cuyo borrador fue firmado por Clara Zetkin. Estas Tesis insistían en que “la total igualdad social con respecto de los hombres, en tanto que realidad y no como una declaración en algún texto legal, debía ser alcanzada mediante la abolición de la propiedad privada y la integración de la actividad de la mujer en “el producto social de un nuevo orden libre de explotación y subyugación” [10].

Estas “Tesis” también definían las tareas específicas de la ICM, en función de dónde debían llevarse a cabo: en países socialistas, capitalistas o precapitaslistas. Uno de las cuestiones de mayor relevancia era la transformación del trabajo doméstico (“la más retrógrada, deformada y embrutecedora de las tareas”) en una actividad industrial. La rusa Alexandra Kollontai, una combatiente fundamental de la lucha por los derechos de la mujer, escribió en 1920 a este respecto, señalando que “el hogar basado en la unidad familiar está desapareciendo, dando paso en nuestra sociedad a un modelo colectivo; en lugar de trabajadoras que se encargan de su propio hogar, la sociedad comunista podrá organizar a hombres y mujeres cuyo trabajo será visitar los hogares para realizar las tareas domésticas” [11]. La idea no era novedosa, pero por primera vez suponía poner la cuestión del trabajo doméstico y la división del trabajo en el centro del programa socialista para la liberación de la mujer. En el incipiente Estado soviético, el trabajo doméstico era considerado como uno de los métodos principales de subordinación de las mujeres y la idea de crear servicios públicos de este tipo (guarderías, comedores públicos, cantinas, lavanderías comunales, infraestructuras para la limpieza, centros de costura, etc.) era considerada con seriedad. Las mujeres de países capitalistas y precapitalistas recibieron estas “Tesis” como una invitación a la lucha por la creación de tales instituciones. En este sentido, el programa comunista puso la cuestión femenina en el mismo centro del proyecto socialista, subrayando que la emancipación de la mujer no era solo consecuencia, sino también objetivo, de la transformación socialista [12].

Las mujeres comunistas y el feminismo burgués

Las mujeres comunistas ratificaron su identidad de clase en términos bastante claros: las Tesis presentadas en la conferencia de 1920 señalaban que “las demandas del movimiento femenino burgués se han probado incapaces de asegurar los plenos derechos de las mujeres, al estar meramente destinadas a reformar el orden capitalista en favor de las esposas e hijas de las clases más poderosas” [13]. Esto no implicaba, sin embargo, que las mujeres comunistas se negasen a cooperar de cualquier manera con otros movimientos feministas.

Una de las reivindicaciones del feminismo burgués de mayor controversia entre las mujeres comunistas era el sufragio universal, el cual causaba algunas suspicacias al inicio. Los marxistas revolucionarios de la Segunda Internacional, a pesar de dar apoyo incondicional al sufragio universal desde 1889, se oponían a las reformas que extendían el derecho a voto únicamente a las mujeres privilegiadas (dados los requisitos de propiedad asociados al derecho a voto, que excluía del mismo tanto a mujeres como a hombres de clase social baja). Tampoco concebían el sufragio universal como una solución para todos los problemas que daría lugar a la emancipación de la mujer. De esta manera, en 1908 Alexandra Kollontai declaró que “para las feministas, alcanzar la plena igualdad de derechos con respecto de los hombres en el marco del mundo capitalista contemporáneo es un fin en sí mismo, mientras que para las mujeres proletarias, la igualdad de derechos es un medio para la lucha continua contra la esclavitud económica que sufre la clase obrera” [14]. Para 1917, el apoyo al sufragio universal se convirtió en un factor unificador, particularmente en el contexto ruso. En aquel momento, Kollontai defendía la concesión del derecho de voto a las mujeres en términos más inequívocos, subrayando que así se completaría la revolución [15].

Las mujeres comunistas estaban preparadas para cooperar con el feminismo burgués también en otros ámbitos. Reconocieron abiertamente la importancia de muchas de las reivindicaciones y logros del feminismo. Las “Tesis” admitían que “reivindicar estas demandas [burguesas], claro está, conlleva un cambio fundamental que no debía ser subestimado, a saber, que la sociedad y el Estado burgués abandonen de manera oficial el antiguo prejuicio sobre la inferioridad del sexo femenino y reconozcan la igualdad social de las mujeres con derechos iguales”. [16] El feminismo no proletario, ya a principios de la década de 1920, expresó interés por las ideas comunistas en relación a la “cuestión femenina” y estaba dispuesto a promoverlas. Este era el caso del revolucionario Sindicato de las Mujeres de Holanda y de numerosas publicaciones feministas francesas. [17] En Canadá, esta idea se materializó con la fundación en 1924 de la Canadian Federation of Women’ Labour Leagues, donde las mujeres comunistas colaboraron de manera activa con activistas de otras posicione ideológicas. Las mujeres comunistas de Canadá también participaron en las secciones femeninas de múltiples organizaciones basadas en comunidades étnicas o lingüísticas, como la asociación ucraniano-canadiense Ukrainian Labour-Farmer Temple Association. Los miembros de estas organizaciones mantenían diferentes posturas izquierdistas y promovían la agenda relacionada con la cuestión femenina, la cual era desatendida a menudo por las cúpulas de los partidos comunistas. Además, a lo largo de la década de 1920, se unieron a la política de frente común para la cooperación con determinadas organizaciones de trabajadores y mujeres de carácter “reformista”. [18] En Alemania se creó en 1925 la Liga de Mujeres y Jóvenes del frente Rojo (Roter Frauen und Mädchen Bund) con el objetivo de ampliar la participación de mujeres de clase trabajadora. La Liga tuvo éxito en recibir a un número mayor de mujeres, reticentes a unirse al Partido Comunista, al politizar cuestiones de la vida diaria de las mujeres trabajadoras, como los salarios o los derechos reproductivos y sociales. [19] Este último asunto era un tema central en la agenda del movimiento internacional de mujeres comunistas.

La maternidad como responsabilidad compartida

Las Tesis de la Primera Conferencia subrayaban que tan solo la “antigua y reaccionaria ideología pequeñoburguesa” concebía el parto y el cuidado de los niños como la “única vocación natural de las mujeres”, atribuyéndoles así un papel inferior [2]. Aunque las mujeres comunistas querían distanciarse de esta visión tradicional del rol de las mujeres en la procreación y el cuidado de los hijos, las “Tesis” no elaboraron la cuestión de los derechos reproductivos y del aborto. Esto no significa, sin embargo, que las mujeres comunistas no atendieran a ese asunto. En 1920, el gobierno soviéticos legalizó el aborto, y el Secretariado Internacional de Mujeres lo acompañó haciendo circular literatura soviética sobre el aborto entre las mujeres comunistas fuera de Rusia [21].

El marco teórico comunista en materia de reproducción y maternidad fue definido en primer lugar por August Bebel. Más tarde fue desarrollado por Alexandra Kollontai, quien publicó en 1916 su ensayo de 600 páginas Sociedad y maternidad. Kollontai entendía la maternidad como una responsabilidad social, compartida entre la familia y la sociedad [22]. Su visión era que no solo la madre o la familia, sino también las instituciones sociales, deberían encargarse del bienestar físico y psicológico de los niños, desde la infancia. Las mujeres comunistas, siguiendo el ejemplo de los decretos soviéticos de 1918 que protegían legalmente la maternidad y establecían servicios públicos para el cuidado de la infancia [23], integraron esta idea en las Tesis de la Primera Conferencia: el Estado debía facilitar una combinación armónica de maternidad y empleo, mediante el establecimiento de instituciones de protección social para las mujeres, los niños y los jóvenes [24].

Dado el contexto demográfico posterior a la Primera Guerra Mundial y el hecho de que el control de la natalidad era defendido por muchos en tanto que método eugenésico y de control de la población, las mujeres comunistas resistieron los intentos de estigmatizar a las mujeres por tener muy pocos o demasiados hijos. Veían el aborto necesario, en la medida en que la sociedad era incapaz de garantizar los medios materiales necesarios para una infancia próspera y feliz para todos [25]. Esto no impidió que protestasen contra las leyes antiaborto, aplicadas en Francia y también en Italia a principios de 1920. En la Alemania comunista, las mujeres lideraron una campaña en favor del derecho al aborto bajo el eslogan (bastante adelantado a su tiempo): “Tu cuerpo te pertenece a ti”. En Dinamarca se creó una Oficina de Información para las Mujeres Trabajadoras, que proporcionaba información sobre control de la natalidad, y en Canadá, donde el aborto era ilegal, las comunistas se unieron al feminismo no proletario para reivindicar la despenalización de la contracepción y la creación de clínicas para mujeres, que también tendrían la función de proporcionar y divulgar información sobre métodos anticonceptivos. Estas iniciativas a menudo eran de carácter popular y de base, surgiendo de manera independiente dentro del Secretariado Internacional de Mujeres [26]

Mujeres y hombres en el Comintern y en los Partidos Comunistas

Del estudio de las mujeres del Comintern (por escaso que sea) se ha extraído la progresiva moderación del Movimiento de Mujeres Comunistas a partir de mediados de la década de 1920. Se ha defendido que, para finales de década, el objetivo del movimiento ya no era el avance de la mujer sino su movilización para el avance del Comintern [27]. El movimiento se fue debilitando a medida que el Secretariado Internacional de Mujeres perdía el grado de organismo autónomo y pasaba  a ser un departamento del Comité Ejecutivo del Comintern. El debilitamiento y consiguiente moderación se ha atribuido al ascenso del sistema estalinista en la URSS, la preponderancia del PCUS dentro del movimiento internacional comunista y la creciente centralización del aparato del Comintern [28].

Estas interpretaciones, en realidad, revelan importantes verdades en relación a la historia del Movimiento de Mujeres Comunistas. A mediados del decenio de 1930, el PCUS se había convertido en el principal (aunque no omnipotente) eje rector del Comintern. De manera simultánea, el viejo conservadurismo renacía en la Unión Soviética y daba lugar a importantes retrocesos en relación a los derechos de las mujeres, el más relevante de los cuales fue la vuelta a la criminalización del aborto en 1936. Aunque el repliegue soviético no era ubicuo y no impidió el “surgimiento de nuevas y no convencionales configuraciones de género durante la década de 1930” [29], sí afectó al movimiento internacional de mujeres comunistas, a diferentes niveles según el país. Estas interpretaciones, no obstante, parecían ignorar otros factores importantes del declive del Movimiento de Mujeres Comunistas (el machismo y la resistencia de los hombres comunistas, tanto en la cúpula como en las bases) y su transformación en mero activismo feminista dentro de los Partidos Comunistas.

Esta actitud de los camaradas masculinos fue una de las cuestiones que las mujeres comunistas trataron durante su primera conferencia en Moscú. De acuerdo con el relato de la delegada francesa, en los movimientos socialistas de preguerra, lo trabajadores hombres parecían “manifestar no solo indiferencia, sino incluso hostilidad hacia la cuestión de la organización de las mujeres comunistas”. La delegada danesa añadió que los “trabajadores hombres no desean involucrar a las camaradas mujeres en la vida social y política, sino que prefieren verlas como sus esposas y cuidadoras del hogar” [30]. Actitudes de este tipo (machismo en el ámbito privado) eran bastante frecuentes dentro del movimiento comunista.

Clara Zetkin era, por aquel entonces, perfectamente consciente de tales tendencias. En 1921 señalaba que “los líderes, demasiado a menudo, subestimaban la importancia” del Movimiento de Mujeres Comunistas porque “lo veían como un asunto únicamente de mujeres” [31]. Zetkin insistió en que “en la mayoría de países, las victorias de las mujeres comunistas han sido alcanzadas sin el apoyo de los Partidos Comunistas y, de hecho, en algunas ocasiones, con la oposición de estos, de manera abierta o encubierta”. Al mismo tiempo, Zetkin deducía que estas actitudes machistas eran característica de los partidos nacionales en mayor medida que de la ejecutiva del Comintern que, por el contrario, “proporcionaba recursos morales, políticos y financieros para apoyar los esfuerzos, en cada país, de reunir a las mujeres comunistas en los partidos” [32].

Por supuesto la situación no era la misma en todos los lugares. Los logros de las mujeres comunistas en los diferentes países eran dispares. Durante la década de 1920, los partidos comunistas del norte y este de Europa parecían incrementar de manera significativa el número de camaradas mujeres, mientras que en Francia, España e Italia, las mujeres seguían representando menos del 10 % de los miembros [33]. Sin embargo, incluso este porcentaje es incluso alto si lo comparamos con la participación femenina en la política burguesa de la época o con la presencia femenina en los partidos del Comintern antes de 1919, cuando algunos incluso carecían totalmente de socias femeninas.

Conclusión

A pesar del discurso del Comintern en favor de la igualdad, el proyecto fue incapaz de escapar al impacto del retroceso de la emancipación femenina en la Unión Soviética y de superar totalmente las presiones machistas que tendían a excluir a las mujeres del movimiento revolucionario.

En resumen, el Movimiento de Mujeres Comunistas, a pesar de las limitaciones, significó un avance histórico, particularmente respecto de la interacción de la liberación femenina y la revolución.

Si bien el Movimiento vinculó de manera firme la lucha por la liberación de la mujer con la emancipación de la clase obrera, también reconoció que la radicalización entre las mujeres estaba presente en todos los estratos sociales. Las mujeres revolucionarias, de esta manera, favorecieron la cooperación con los movimientos feministas no comunistas en asuntos tales como el sufragio universal o los derechos reproductivos.

Las mujeres comunistas se convirtieron en agentes políticos de gran importancia y, en tal condición, junto con los hombres, contribuyeron significativamente a la lucha revolucionaria. Además, la red internacional de mujeres comunistas también luchó por una cantidad importante de medidas que solo afectaban a las mujeres. Tales logros eran entendidos como pasos adelante, no tan solo un resultado de la transformación socialista de la sociedad.

(Este texto está basado en las disertaciones hechas por Daria Dyakonova bajo el título “L’aurore de notre libération” en el panel francés de “The Great Transition: Preparing a World Beyond Capitqalism”, en Montreal el 20 de mayo de 2018. Otros participantes de la conferencia fueron Aziz Fall, Ameth Lo y John Riddell.)

Para las otras presentaciones hechas en este panel, véase “The Long March to Post-Capitalist Transition: Pan-Africanist Perspectives” (Ameth Lo) y “The League against Imperialism: An Early Attempt at Global Anti-Colonial Unity”.

Notas:

[1] Cita de Inessa Armand en: Barbara Evans Clements, Bolshevik Feminist: The Life of Aleksandra Kollontai (Bloomington: University of Indiana Press, 1979), 155.

[2] Alexandra Kollontai and Polina Vinogradskaia (eds.), Otchet o pervoi mezhdunarodnoi konferentsii kommunistok [Report on the First International Conference of Communist Women]. Moscow: Gosizdatelstvo, 1921, 19-20.

[3] Anna Krylova, “Bolshevik Feminism and Gender Agendas of Communism” in Silvio Pons, Stephen A. Smith (eds.), The Cambridge History of Communism, Vol. 1: World Revolution and Socialism in One Country, 1917-1941, Cambridge University Press, 2017, 425.

[4] Véase por ejemplo: Barbara Wolfe Jancar, Women under Communism, Baltimore: John Hopkins University Press, 1978; Funk, Nanette and Magda Mueller (1993), Gender Politics and Post-Communism: Reflections from Eastern Europe and the Former Soviet Union, New York: Routledge; Brunnbauer, Ulf (2009); “‘The Most Natural Function of Women.’ Ambiguous Party Policies and Female Experiences in Socialist Bulgaria,” in Gender Politics and Everyday Life in State Socialist Eastern and Central Europe, New York: Palgrave Macmillan; Einhorn, Barbara (2010), “Mass Dictatorship and Gender Politics: Is the Outcome Predictable?” in J. Lim et al. (eds.) Gender Politics and Mass Dictatorship, Palgrave MacMillan, pp. 34-62; Partridge, Damani (2012), Hypersexuality and Headscarves: Race, Sex and Citizenship in the New Germany, Bloomington: Indiana University Press.

[5] Sonia Kruks, Rayna Rapp, and Marilyn Young (eds). Promissory Notes: Women in the Transition to Socialism. New York: Monthly Review Press, 1989, Introduction, 8. Sobre críticas feministas y marxistas, véase: Lise Vogel, Marxism and the Oppression of Women: toward a Unitary Theory, Leiden: Brill, 2013; Sharon Smith, Women and Socialism: Essays on Women’s Liberation, Chicago: Haymarket, 2012.

[6] Kristen Ghodsee, “State-Socialist Women’s Organization in Cold War Perspective. Revisiting the work of Maxine Molyneux.” Aspasia, (10, 2016): 111-121, 115.

[7] Haan Francisca de (2010), “Continuing Cold War Paradigms in the Western Historiography of Transnational Women’s Organisations: The Case of the Women’s International Democratic Federation (WIDF),” Women’s History Review, Vol. 19, No. 4, 547-573, 564-565.

[8] El nombre Movimiento de Mujeres Comunistas no fue un término oficial y se emplea muy poco en los documentos del Comintern. No obstante, es como las camaradas se referían a él. Véase por ejemplo: John Riddell. ed. Toward the United Front: Proceedings of the Fourth Congress of the Communist International, 1922, Leiden: Brill, 2012, 838.

[9] “Second International Conference of Communist Women,” June 9 session, published in Moscow, June 11, 1921.

[10] John Riddell. ed. Workers of the World and Oppressed Peoples, Unite!: Proceedings and Documents of the Second Congress, 1920, New York: Pathfinder, 1991, vol 2, 977-978.

[11] Kollontai, Alexandra. “Communism and the Family” (1920) in Selected Writings of Alexandra Kollontai, edited by Alix Holt. London: Allison & Busy, 1977.

[12] Elizabeth Waters, “In the Shadow of the Comintern: the Communist Women’s Movement, 1920-1943” in Sonia Kruks; Rayna R Reiter; Marilyn Blatt Young, eds. Promissory Notes : Women in the Transition to Socialism, New York, Monthly Review Press: 1989, 32-33.

[13] Riddell, Workers of the World, p. 978.

[14] Véase Kollontai, Introduction to The Social Basis of the Women’s Question. https://www.marxists.org/archive/kollonta/1908/social-basis.htm

[15]Goldberg Ruthchild, Rochelle. “Misbehaving women and the Russian Revolutions of 1917”, ASEEES blog: International Women’s day, March 17, 2017.

[16] Riddell, Workers of the World, p. 978.

[17] “Second International Conference of Communist Women,” June 9 session, published in Moscow, June 11, 1921; Waters, 36.

[18] Véase: Margarett Hobbs and Joanne Sangster (eds.), The Woman Worker, 1926-1929, St. John’s, Nfld.: Canadian Committee on Labour History, 1999.

[19] Véase: “Second International Conference of Communist Women,” Report of Session of June 12, Published in Moscow, June 15, 1921, Sewell, 268-269.

[20] Riddell, Workers of the World, 983.

[21] “Second International Conference of Communist Women,”June 9 session, published in Moscow, June 11, 1921.

[22] A. Kollontai, “Vvedenie” in Obshchestvo i materinstvo, in Marksistskii Feminizm. Kollektsiia tekstov A.M. Kollontai (Tver: Feminist Press-Rossia, 2003), 130-32, en Anna Krylova, “Bolshevik Feminism and Gender Agendas of Communism,” en The Cambridge History of Communism, vol. 1: World Revolution and Socialism in One Country, 1917-1941, edited by Silvio Pons, Stephen A. Smith, 424-448, Cambridge University Press, 2017, 431.

[23] La Ley del Trabajo de 1918 garantizaba al menos un descanso de al menos media hora, cada tres horas, para la lactancia. El programa de seguros de la maternidad decretaba una baja de maternidad pagada en su totalidad, durante ocho meses, descansos para cuidados y espacios de descanso en las fábricas para madres trabajadoras, cuidados gratuitos para antes y después de la concepción y otros subsidios. Al mismo tiempo, la ley  de Familia de 1918 prohibió la adopción, creyendo que el Estado se encargaría mejor de cuidar a un huérfano que una sola familia. Véase И.Я.Киселев, Трудовое право России, Москва, 2001 (http://www.hist.msu.ru/Labour/Law/kodex_18.htm#f1 – retrieved April 18, 2018); Сажина Н. С. “Социальная политика в отношении материнства и детства в первые годы советской власти” // Вестник БГУ. 2013. №2. URL: https://cyberleninka.ru/article/n/sotsialnaya-politika-v-otnoshenii-mate… (retrieved April 18, 2018); Wendy Z. Goldman. Women, the State and Revolution. Cambridge, GBR : Cambridge University Press, 1993, 52.

[24] Riddell, Workers of the World, p. 989.

[25] Waters, 41; John Riddell. “The Communist Women’s Movement (1921-1926),” June 12, 2011.

[26] Margarett Hobbs and Joanne Sangster, eds. The Woman Worker, 217-222 ; Waters, 41-42.

[27] Waters, 51.

[28] Véase: Waters, Studer and Bernhard H. Bayerlein.

[29] Krylova, Soviet women in Combat: A History of Violence on the Eastern Front. Cambridge: Cambridge University Press, 2010, 23

[30] Kollontai and Vinogradskaia (eds.). Otchet, 61.

[31] Kommunistische Fraueninternationale, vol. 1, no. 2–3 (1921), p. 55 quoted in Riddell, John. “The Communist Women’s Movement (1921-1926).”

[32] Véase: Sewell, Sara Ann. “Bolshevizing Communist Women: the Red Women and Girls’ League in Weimar Germany,” Central European History, 45:2 (2012).

[33] La URSS y el PCUS tenían un 14%  de mujeres; Alemania – 16,5 % ; Checoslovaquia – 24 % en 1929; Francia – 3%-4% en 1924; Italia – 1%-2% entre 1921 y 1925. Véase: Sewell, 280 ; Brigitte Studer. The Transnational World of the Cominternians. London: Palgrave Macmillan, 2015, 48; Christine Bard, and Jean-Louis Robert. “The French Communist Party and Women, 1920-1939,” 323 y Mary Gibson. “Women and the Left in the Shadow of Fascism in Interwar Italy,” 398 in Helmut Gruber and Pamela Graves, Women and Socialism/ Socialism and Women. New York-Oxford: Berghahn Books, 1998; Gibson, 398.

Imagen:  Fotografía del Archivo Histórico de Efe, tomada el 21 de julio de 1936 en la azotea del hotel Colón de Barcelona, de la miliciana Marina Ginestá, afiliada a las juventudes comunistas, fusil al hombro, mirando a la cámara. Ginestá tenía 17 años cuando el fotógrafo Juan Guzmán la inmortalizó en una de esas imágenes que, varias décadas después, se convertirían en un símbolo de la contienda y que forman parte del Archivo Histórico de Efe. De Marina Ginestá nunca más se volvió a saber. Hasta que el empeño de un documentalista de Efe, Julio García Bilbao, permitió hallarla en París y que rememora aquel instante con una lucidez extraordinaria a sus 89 años.

(Tomado de Sin Permiso)


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