Los orígenes del Programa de Transición en la Internacional Comunista Apéndices

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Continuamos con la publicación del artículo titulado de “Los orígenes del Programa de Transición en la Internacional Comunista” de Daniel Gaido. Lo siguiente son el Apéndice I y II, que por razones de espacio y de no hacer las lecturas demasiado extensas las publicamos en este aparte. Este bloque de notas nos parecen de suma importancia para comprender de dónde surgen la ideas, expresadas en programas, del movimiento socialista internacional a través de su historia. Entonces deberemos entender estas publicaciones como Apéndices de la original.

En primer lugar “Sobre el programa comunista” de Augusto Thalheimer y a continuación “La cuestión del Programa de la Internacional Comunista” de Karl Radek.

El editor

Sobre el programa Comunista

Fuente: August Thalheimer, “Zur Kommunistischen Programm”, Die Kommunistische Internationale, Nr. 23 (1 November 1922), p. 118-122.

I.
El Manifiesto Comunista desarrolló los objetivos históricos y los principios del comunismo, pero también contiene, en forma breve y fragmentaria, demandas transicionales (Übergangsforderungen) -no hay demandas mínimas-, junto con algunas demandas para la
protección de los trabajadores (protección del trabajo infantil).*

*Una referencia al Manifiesto Comunista , Cap. II: Proletarios y comunistas:
“1. Expropiación de la propiedad territorial y empleo de la renta de la tierra para los gastos del Estado.

2.Expropiación de la propiedad territorial y empleo de la renta de la tierra para los gastos del Estado.Fuerte impuesto progresivo.

3.Abolición del derecho de herencia.

4.Confiscación de la propiedad de todos los emigrados y sediciosos.

5.Centralización del crédito en manos del Estado por medio de un Banco nacional con capital del Estado y monopolio exclusivo.

6.Centralización en manos del Estado de todos los medios de transporte.

7.Multiplicación de las empresas fabriles pertenecientes al Estado y de los instrumentos de producción, roturación de los terrenos incultos y mejoramiento de las tierras, según un plan general.

8.Obligación de trabajar para todos; organización de ejércitos industriales, particularmente en la agricultura.

9.Combinación de la agricultura y la industria; medidas encaminadas a hacer desaparecer gradualmente la diferencia entre la ciudad y el campo.

10.Educación pública y gratuita de todos los niños; abolición del trabajo de éstos en las fábricas tal como se practica hoy, régimen de educación combinado con la producción material, etc., etc.” (Nota del traductor)


En el Programa de Erfurt el énfasis práctico es en demandas para una reforma democrática y social. El texto básico establece los objetivos [socialistas] sólo en forma abstracta y general. No indica ni la forma concreta del ejercicio de la dictadura del proletariado (su forma de
gobierno), ni las medidas transicionales hacia el socialismo.

El Programa de la Liga Espartaco se limita a la formulación de las formas concretas y los métodos de la dictadura del proletariado y de la transformación socialista. Ese es su foco. Las demandas democráticas del programa de Erfurt desaparecen completamente. Lo que queda
es sólo la demanda sumaria de una “legislación social radical”, etc. El programa Espartaco no contiene ni un programa mínimo ni “demandas transicionales”.

El programa comunista que debemos redactar debería volver en su forma (en el plan básico), pero no en su contenido, al modelo del Manifiesto Comunista, en el sentido de que debe contener, al lado de la descripción y justificación de los objetivos y principios comunistas, las demandas transicionales (Übergangsforderungen), las medidas políticas y económicas transicionales que, partiendo de la base de la democracia burguesa y del sistema de producción y de propiedad capitalista, “se sobrepasan a sí mismas.”*

*Otra referencia al Manifiesto Comunista, Cap. II: Proletarios y comunistas: “Esto [‘la centralización de todos los instrumentos de producción en manos del Estado, es decir, del proletariado organizado como clase dominante’], naturalmente, no podrá cumplirse al principio más que por una violación despótica del derecho de propiedad y de las relaciones burguesas de producción, es decir, por la adopción de medidas que desde el
punto de vista económico parecerán insuficientes e insostenibles, pero que en el curso del movimiento se sobrepasarán a sí mismas y serán indispensables como medio para transformar radicalmente todo el modo de
producción”. (Nota del traductor)

Estas “demandas transicionales”, en su carácter general, coinciden con las del Manifiesto comunista, aunque, naturalmente, no en cuanto a su contenido, porque 1. el punto de partida es diferente, y 2. el
punto final puede ser comprendido de una manera mucho más concreta a la luz de las experiencias pasadas de revoluciones proletarias.

Estas demandas transicionales difieren marcadamente en su carácter general de las demandas democráticas del programa de Erfurt. El objetivo de las demandas mínimas del programa de Erfurt era profundizar la democracia burguesa, es decir, eliminar los restos militares burocráticos-feudales del absolutismo en Alemania y aliviar la presión de la explotación
capitalista. El objetivo de las demandas transicionales del programa comunista es el derrocamiento de la democracia burguesa –que en forma más o menos desarrollada es la condición previa real [de la revolución proletaria] – y del sistema capitalista, cuya presión ya no puede ser aliviada por meras reformas, sino sólo mediante medidas parciales (Teilmaßregeln) ya revolucionarias. El programa Espartaco ignoró esas reivindicaciones
transicionales, ya que su punto de partida no era la república burguesa, sino los consejos de obreros y soldados, y la profunda conmoción experimentada por el orden capitalista [después de la revolución de noviembre de 1918], y su objetivo inmediato era la expansión y
el fortalecimiento del sistema de consejos y la transformación socialista.

¿Debe el programa contener explicaciones extensas, así como material de propaganda y polémica? El Manifiesto Comunista contenía también un presentación de la concepción materialista de la historia, a partir de material concreto, y polémicas (contra el socialismo “verdadero”, el socialismo pequeñoburgués, etc.). Esto era necesario porque en la época del
Manifiesto comunista no existía una presentación unificada integral de la concepción comunista de la historia y de su método histórico. (Las obras de Marx y Engels de la época anterior al Manifiesto Comunista son obras preparatorias.) Por el contrario, están ahora disponibles en las tesis de los congresos de la Comintern presentaciones propagandísticas y polémicas detalladas de los principios y objetivos de comunismo. Por ello, el programa [de la Internacional Comunista] y los programas [de los partidos comunistas individuales] deben limitarse, como los programas de los partidos socialdemócratas clásicos (el programa de Erfurt, el programa de la Socialdemocracia francesa), a resumir los resultados en una forma
concisa y llamativa.
Ver la crítica de Engels al borrador del programa de Erfurt de 1891:

“I. Exposición de los motivos en diez párrafos:

Hablando en términos generales, esta parte adolece del defecto de que trata de conciliar dos cosas inconciliables: servir de programa y, a la vez, de comentarios de ese programa. Se tiene miedo de no quedar bastante claro si se escriben fórmulas breves y convincentes, por cuya razón se insertan comentarios que hacen la exposición larga y locuaz.
A mi modo de ver, el programa debe ser lo más breve y preciso posible.

Poco importa incluso que se encuentre alguna vez una palabra extranjera o una frase cuyo sentido no se capte íntegramente de golpe. En este caso, la lectura pública en las reuniones y explicación escrita en la prensa harán lo necesario, con lo cual, la frase corta y expresiva, una vez comprendida, se graba en la memoria y se convierte en consigna, lo que jamás ocurre con una explicación más larga. No se pueden hacer demasiadas concesiones en aras de la popularidad; no se deben subestimar las facultades intelectuales y el grado de cultura de muchos obreros, ya que han comprendido cosas mucho más difíciles que lo que les puede presentar el programa más conciso y más corto; y si el período de la ley de excepción contra
los socialistas hizo más difícil y, en algunos lugares, impidió por entero la propagación de conocimientos universales entre las masas recién conquistadas, bajo la dirección de los viejos, será ahora fácil de recuperar lo perdido, ya que se puede otra vez guardar y leer libremente nuestras publicaciones propagandísticas” (Friedrich Engels, ” Contribución a la crítica del proyecto de programa socialdemócrata de 1891″, Die neue Zeit , XX. 1, 1902, pp. 5, 6). Los comentarios a un programa comunista ya están presentes en las tesis. El programa en sí debe ser memorizado, y por lo tanto debe ser “breve y preciso”.

II.

La pregunta es: ¿debe un programa comunista incluir demandas transicionales? Nos
opusimos a los miembros de la ex-KAG8*, que querían incluir en el programa las consignas por un gobierno de los trabajadores, etc.

*Una referencia a la Kommunistische Arbeitsgemeinschaft (KAG), una escisión del Partido Comunista de Alemania que se desarrolló en 1921, como resultado del golpe de Estado conocido como la “Acción de marzo.”
Fue dirigida por el ex presidente del Partido Comunista Paul Levi y se unió a la Partido Socialdemócrata Independiente en 1922.

Pero aquí hay una diferencia fundamental. Ellos tenían en mente demandas mínimas en el sentido del programa de Erfurt, como las únicas demandas que entraban en consideración en el futuro inmediato, mientras que los objetivos y principios del comunismo aparecían sólo en forma teórica, ideal, de otro mundo, es decir, no tenían ninguna importancia práctica. Nosotros queremos formular las demandas de transición exclusivamente en el sentido de reivindicaciones transicionales, es decir, como posibles puntos de cruce (Durchgangspunkte), no como puntos de parada (HaItpunkte) en el futuro previsible, es decir, queremos formularlas en el sentido de que las demandas transicionales del Manifiesto Comunista. Esa es una diferencia de principios.

La KAG, al unirse al USPD, al mostrar su disposición a entrar en un gobierno de coalición socialista-burgués, al cubrir previamente la política de la coalición anónima del USPD, al unirse, por último, a la fusión del USPD con el SPD, demostró que había abandonado los principios y objetivos comunistas, como preveíamos correctamente.


¿No se encuentran los partidos comunistas amenazados por un riesgo similar si incluyen demandas de transición en sus programas? No, en absoluto, si se adhieren estrictamente a su carácter transicional.

III.
Otra pregunta: ¿Es posible formular demandas transicionales generales (válidas para todos los países) en general, y en qué medida puede un programa comunista universal ser válido?
Lo que el Manifiesto Comunista afirma se aplica aquí absolutamente: “Estas medidas, naturalmente, serán diferentes en los diversos países”. Sin embargo, el Manifiesto Comunista formuló demandas transicionales para los “países más avanzados” de entonces.
Hoy en día existe un círculo mucho más amplio y variado de países donde el movimiento revolucionario juega un papel. Encontramos, además de los países capitalistas desarrollados -con diferentes formas de estado, en diversas etapas de desarrollo de la lucha de clases, en diferentes etapas de decadencia económica -, países en diferentes etapas del capitalismo
temprano, con producción mercantil simple, con formas patriarcales de producción, países coloniales y semicoloniales con constituciones más o menos absolutistas, etc.
El curso más adecuado a seguir, nos parece, por lo tanto, el siguiente:

  1. El programa general debería incluir una parte fundamental junto con demandas transicionales según grupos de países, divididos de la siguiente manera:
    a) Los países donde el proletariado ha conquistado el poder.
    b) Los países capitalistas desarrollados, con una democracia burguesa más o menos desarrollada y que experimentan fuertes perturbaciones económicas y financieras, como Alemania, Austria, Checoslovaquia, Polonia, Suiza, Italia, Francia, los países de los Balcanes.
    c) Los países capitalistas con regímenes, por el momento, más estables: Inglaterra, Estados Unidos.
    d) Los países como Japón, con un capitalismo desarrollado, pero aun así estados más o menos absolutistas.
    e) Países coloniales y semicoloniales: India, Egipto, Persia, China, etc.
    Las demandas transicionales generales para los países individuales deben, por supuesto, como en el Manifiesto Comunista, ser elásticas, dejando suficiente margen para las diferencias reales.
  2. Los programas de los distintos países deben incluir la parte básica del programa general, junto con demandas transicionales diseñadas específicamente para el país en cuestión.
    Las demandas transicionales del programa general deben servir como punto de partida, como un marco general para las demandas transicionales de los países individuales.

Apéndice II
La cuestión del programa de la Internacional Comunista
Karl Radek
Noviembre de 1922
Fuente: Karl Radek, «La Question du programme de l’IC», Bulletin communiste, n ° 14 (5 avril 1923), pp. 126-128.

[Nota del editor del Bulletin communiste, Boris Souvarine:] Contrariamente a lo que algunos tontos creen, los miembros del partido bolchevique no están sujetos a la regla ac perinde cadaver (“[bien disciplinado] como un cadáver”); sino que discuten apasionadamente todas las cuestiones planteadas por el movimiento revolucionario. En el Cuarto Congreso Mundial, Bujarin y Radek se vieron momentáneamente en desacuerdo sobre si el “programa de transición” debe tener un lugar en el programa general y teórico de la Internacional: la delegación rusa, después de un debate sustancial, decidió que Bujarin (que lo tomó con muy buen
humor) estaba equivocado. Estas “observaciones preliminares” de Radek, escritas para la intimidad del Congreso y no destinadas a la publicación, ayudarán a nuestros camaradas a orientarse en la discusión.

En la primera reunión de la Comisión del Programa, se llevó a cabo una discusión general sobre si un programa de la Internacional Comunista es posible y necesario, así como sobre los puntos que debe contener. Traté de presentar mis puntos de vista en las observaciones introductorias. Naturalmente, no podían tener la forma precisa de una declaración escrita.
Las siguientes explicaciones son más precisas de lo que un discurso podría ser, pero el argumento no está todavía lo suficientemente desarrollados, un defecto que será reparado en un artículo que será publicado en Die Kommunistische Internationale.*
*No hemos podido ubicar el artículo en cuestión. (Nota del traductor)

Envío estos comentarios a los miembros de la Comisión del Programa y de los camaradas que habían solicitado el consejo de la redacción de Die Kommunistische Internationale para dar una opinión tan pronto como sea posible sobre este asunto de la mayor importancia. Estas observaciones no estaban destinadas para su publicación, pero deberían acelerar y facilitar la
discusión de la Comisión del Programa formulando claramente las diferentes posiciones.

Un programa de la Internacional: ¿es posible y necesario?

La Internacional hasta ahora no ha tenido un programa escrito, es decir, no ha formulado en términos generales sus puntos de vista sobre las fuerzas vivas de la evolución del capitalismo al comunismo y sobre el camino que la Internacional Comunista tiene la intención de seguir, a pesar de que ha definido claramente su punto de vista en numerosas resoluciones
separadas. Baste recordar las tesis de Lenin [sobre la democracia burguesa y la dictadura del proletariado] en el primer Congreso de la Internacional Comunista, el llamamiento programático del mismo Congreso, las tesis del segundo Congreso sobre el parlamentarismo, los sindicatos y el papel del Partido, las tesis del tercer Congreso sobre la táctica. En la medida en que [la elaboración del programa] es una cuestión de la concepción general de la evolución del capitalismo al comunismo, no tenemos más que codificar y reunir; este es un trabajo es necesario y hay que hacerlo. Además, es fácil, debido a que las cuestiones relativas al carácter general de la época de la revolución social no producen la más mínima divergencia en nuestras filas.

Pero esta es sólo la parte más fácil del trabajo. Todos los partidos comunistas se han dado cuenta durante su actividad práctica de que las concepciones generales de la época no son suficientes, ya sea en su agitación y propaganda o en su acción política. La era de la revolución social a escala mundial, un período que con toda probabilidad habrá de durar décadas, requiere, aunque sólo sea por su duración, algo más que un punto de vista general. Plantea ante los partidos comunistas una serie de preguntas concretas que se han resuelto hasta ahora de una manera puramente empírica; por ejemplo, cuestiones económicas y políticas tales como la actitud hacia la defensa de la democracia burguesa, hacia la política económica y fiscal de la burguesía, hacia la política mundial capitalista. (Ver las diferencias entre los partidos comunistas de Francia y Alemania sobre la cuestión de las reparaciones, la cuestión de la política exterior de la Rusia soviética). Por encima de todas estas cuestiones,
está la cuestión de la naturaleza particular de la fase actual de desarrollo de la revolución mundial, la cuestión de decidir si debemos plantear demandas transicionales que aún no encarnan la dictadura del proletariado, como lo hacían las demandas concretas del programa
de la Liga Espartaco, sino que deben conducir a la clase obrera a una lucha que tendrá como objetivo directo la dictadura del proletariado sólo después de ser profundizada y generalizada. ¿Podemos resolver estos problemas de una manera general, válida para todos los países, o es imposible debido a las diferencias en las condiciones?

No hay duda de que, si bien el desarrollo del mundo sigue un solo curso general, por lo que es fácil caracterizar la ruta general del capitalismo al comunismo, este desarrollo se realiza en la práctica en condiciones muy dispares en diversas partes del mundo. Diferentes países se encuentran en diferentes grados de desarrollo de la revolución mundial y plantean ante los partidos comunistas tareas diferentes.

Recordemos las muy diferentes situaciones de los partidos comunistas en los Estados Unidos y Gran Bretaña, en Alemania y en Italia, en Francia, los países escandinavos, los Balcanes y, por último, en la Rusia soviética. Está claro que es imposible determinar todos los detalles de las consignas de lucha para todos estos países y utilizar las mismas demandas como palanca
para la movilización de la clase obrera. Pero, en principio, las cuestiones pendientes ante los partidos comunistas de todos los países son iguales. Las preguntas a responder son:

  1. ¿Podemos plantear ante los gobiernos burgueses demandas transicionales que no corresponden a lo que haríamos si tomamos el poder en nuestras manos?

2. ¿Qué actitud debemos tener hacia la cuestión del capitalismo de Estado, que surge tanto de las tendencias monopólicas de los trusts capitalistas como de nuestra lucha defensiva contra nuevos impuestos (por ejemplo, la demanda de confiscar los valores reales en Alemania) o, por último, de nuestra lucha en contra de la reducción de los salarios (por ejemplo, la demanda de la nacionalización de las minas británicas, en respuesta al intento de los magnates del carbón de reducir los salarios de acuerdo con los beneficios de cada mina)?

3. ¿Cuál debe ser nuestra actitud hacia la ofensiva de la reacción? Esto plantea la cuestión de los gobiernos de coalición. Rechazamos la coalición con la burguesía, pero ¿rechazamos también a los campesinos que luchan contra la burguesía urbana, como por ejemplo en Bulgaria, aunque no actúen en modo alguno como campesinos semiproletarizados?

La cuestión del frente único, es decir, políticamente hablando, el bloque con los partidos socialdemócratas y los sindicatos, así como el tema de gobierno de los trabajadores, entra en esta categoría. Se podrían enumerar toda una serie de cuestiones similares, como la muy diferente situación militar en los distintos países. Todas ellas plantean la cuestión de si, además de las exigencias económicas generales de la transición al capitalismo de Estado y del control de la industria por las organizaciones de trabajadores, también debemos plantear las correspondientes demandas políticas de transición, tales como el gobierno obrero.

A menudo se dice que se trata de cuestiones de táctica y no de cuestiones programáticas. No aceptamos esta respuesta. Tal separación clara de las cuestiones tácticas y programáticas era hasta ahora una de las características del oportunismo, que de buen grado observaba la
“pureza” del programa con el fin de permitir todo tipo de porquerías en el trabajo práctico, volviendo así al programa ilusorio y sin fuerza.

La actitud de la clase obrera hacia otras clases, o de la vanguardia hacia el proletariado, la actitud del Partido Comunista hacia la clase trabajadora en general, son cuestiones de táctica. A fin de que la táctica no degenere en un empirismo lleno de contradicciones, debe basarse en una clara comprensión de la especificidad de la situación general en la que la Comintern se encuentra en el período comprendido entre la segunda y la tercera ola de la revolución mundial.

Nuestro programa, por tanto, debe proporcionar a la Comintern en su conjunto, así como a sus diversas secciones nacionales, la oportunidad de adoptar sin vacilar una actitud coherente con nuestros principios, es decir, con los intereses generales de la clase obrera, en las cuestiones concretas que constantemente cambian, apareciendo en formas siempre nuevas.
Y será así sólo si, además de la caracterización general de las tendencias que conducen al comunismo, presentamos, después de la caracterización de nuestro primer gran objetivo de la dictadura del proletariado y del régimen soviético, una imagen concreta del desarrollo de la revolución mundial y de las cuestiones planteadas por él.

Esta imagen debe caracterizar las tendencias contradictorias; los tipos y las formas concretas en los diferentes países o grupos de países no sólo deben ser identificados por sus nombres comunes, sino descritos en sus rasgos característicos. De tal manera, el terreno en el que surgen las cuestiones de transición estaría claramente preparado y el método para su solución
sería indicado. Entonces, sólo restaría tomar postura en el programa sobre los principales temas concretos descritos anteriormente. Esto será más que suficiente para dotar a los partidos comunistas de un hilo de Ariadna que les permita encontrar su camino en el laberinto de tendencias contradictorias y situaciones cambiantes. Esto nos lleva a la respuesta:
no necesitamos sólo una caracterización de las principales tendencias generales del capitalismo al comunismo, sino también una caracterización de los caminos particulares de desarrollo y de los problemas especiales que éstos plantean a los partidos comunistas.

El contenido concreto del programa de transición

Una vez que hayamos no sólo descrito sino también analizado el curso hasta ahora seguido por la revolución mundial, aun tendremos que determinar las principales consignas que constituyen, en este período de transición, los medios para la movilización masiva de los trabajadores en la lucha por la dictadura del proletariado.

Éstas son, en el campo económico, las consignas del capitalismo de Estado y el control obrero de la producción; en el campo político, en los países agrícolas, la consigna del gobierno de coalición con los partidos campesinos de la oposición para la victoria sobre la burguesía; en los países industrializados, la consigna del gobierno de los trabajadores, es
decir, la coalición con los partidos socialdemócratas y otras organizaciones y partidos obreros.

En cuanto a la primera pregunta, no es necesario que la trate en detalle aquí; basta con referir a los lectores a las “Tesis sobre las cuestiones fiscales durante la era del capitalismo consolidado y durante su ruina” que la comisión integrada por los compañeros Heckert, Koritschoner, Skata, Varga, Kuusinen y yo ha desarrollado en el otoño del año pasado. Estas
tesis se discuten en el artículo de camarada Varga sobre cuestiones fiscales publicado en Die Kommunistische Internationale, y en mi folleto, publicado bajo el seudónimo de “Bremer”, sobre el colapso de la burguesía alemana y las cuestiones más apremiantes del Partido Comunista alemán, que fue reimpreso en Die Kommunistische Internationale.*

*Una referencia a Karl Bremer, “Der nahende Zusammenbruch der deutschen Bourgeoisie und die KPD,” Die Kommunistische Internationale, Nr. 19, 1921, pp. 58-70. (Nota del traductor)

Este folleto también analiza la relación entre las demandas económicas de transición y la cuestión del gobierno de los trabajadores.
He aquí algunas breves observaciones que me gustaría añadir: la ruina industrial, el creciente caos económico se ve acompañado por la cartelización continua de la industria en todos los países capitalistas. Esto coloca en la agenda la cuestión: ¿monopolio capitalista privada o monopolio estatal? El monopolio estatal bajo la dominación de la burguesía es el estado capitalista. Esto significa, en el período de estabilización de la burguesía, la consolidación de su dominación, pero al mismo tiempo extiende el frente de batalla del proletariado. En el momento actual, en que se socava constantemente la dominación de la burguesía, su tendencia hacia el monopolio privado se enfrenta a las tendencias simultáneas a establecer el control de la industria por la clase obrera. Si la revolución mundial crece lentamente, por lo que la destrucción de la economía capitalista continúa lentamente, la lucha contra la anarquía
capitalista, incluso en el marco del capitalismo, se convertirá para el proletariado en una cuestión vital.

Esta lucha se verá reforzada por la defensa contra la presión fiscal, y de estas dos fuentes brotará la lucha por la subordinación de la industria al Estado y por el control de la industria por las organizaciones de trabajadores. En los países donde la industria está poco desarrollada, esta cuestión adquiere una gran importancia desde el punto de vista de los
impuestos y de la influencia [del Partido Comunista] sobre los campesinos.

Estas demandas económicas transicionales conducen a la cuestión del poder del Estado, porque no hay duda de que la burguesía toma en el período de posguerra una postura muy enérgica hacia las tendencias a un capitalismo de Estado. Si es posible, en teoría, que, bajo la presión del movimiento obrero, los gobiernos burgueses capitalistas o socialdemócratas se vean obligados a avanzar hacia la política del capitalismo de Estado, es por lo menos muy probable que las grandes luchas sociales en desarrollo en torno a este tema conducirán en muchos países a gobiernos formados por una coalición de partidos de la clase obrera, como una etapa en el camino hacia la dictadura del proletariado y el gobierno soviético. Sin afirmar
en abstracto que el desarrollo en Occidente debe pasar necesariamente a través de la etapa de los gobiernos de los trabajadores, tenemos muchas razones para conducir la lucha de esa manera, porque facilita para nosotros en el mayor grado posible la táctica del frente único.

En este marco, también es fácil de resolver la cuestión de la actitud hacia la república burguesa y su defensa, así como hacia la fuerza armada del estado. En los países donde la situación aún no es revolucionaria, donde la tendencia a convertir el año de servicio militar obligatorio general en un ejército mercenario prevalece en la burguesía, debemos mantener el servicio militar obligatorio para todos, para que los trabajadores puedan conservar las armas. Es evidente, por otro lado, que debemos lanzar en todas partes, como corolario de la consigna del gobierno de los trabajadores, la consigna de la milicia obrera.

Una vez que el actual período de transición esté así caracterizado y las principales demandas de transición sean así establecidas, el escenario estará listo para los programas de transición concretos de cada partido de la Internacional Comunista, para los cuales el programa de la Internacional Comunista debe constituir una especie de introducción requerida.

Conclusiones

Algunos compañeros adujeron contra los puntos de vista expuestos anteriormente que pronto podrían ser superados por los acontecimientos, es decir, por la marcha más rápida de la revolución mundial. Estos compañeros argumentan que tal curso volvería inmediatamente
obsoleto al programa, y que el programa no debe interponerse en las curvas inesperadas del desarrollo. Así, por ejemplo, el Partido Comunista de Rusia había convertido sus medidas de comunismo de guerra en un programa que, en esta coyuntura histórica [con la transición a la NEP], ya no formula con claridad los objetivos inmediatos del Partido.

A estos argumentos podemos responder que, en su práctica del comunismo de guerra, el Partido Comunista de Rusia necesitaba un principio rector, y que habría sido una desgracia mayor no tenerlo en la lucha que haberlo visto volverse obsoleto con el tiempo. Que este principio rector llevara el nombre de una resolución sobre la táctica no cambia el hecho de
que se trataba de un programa de partido.

Pero esta comparación, además de ser infundada, no está relacionada con los temas que nos ocupan. El desarrollo de la revolución mundial puede tener un curso más rápido en el período que viene, pero sólo en algunos países; nuestro programa no debe perder de vista este hecho.

La revolución mundial no puede triunfar con un solo golpe.

Sea cual sea el ritmo de su desarrollo, necesitamos un programa de transición. La tarea de un programa consiste en trazar una línea de demarcación entre la conducta de un determinado partido y la de todos los demás. Nos distinguimos de todos los demás partidos obreros, no
sólo por las consignas de la dictadura del proletariado y el régimen soviético, sino también por nuestras demandas transicionales. Mientras que las demandas transicionales de los partidos socialdemócratas no sólo están destinadas ser realizadas dentro del capitalismo, sino que también deben sirven para reformarlo, las nuestras tienen como objetivo facilitar la lucha
para la conquista del poder por la clase obrera, para la destrucción del capitalismo. Esto es lo que debemos expresar claramente en nuestro programa de transición.

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Trotsky, Leon 1937, “A 90 años del Manifiesto Comunista” (30 de octubre de 1937)

[“Ninety Years of the Communist Manifesto” (October 30, 1937), in Writings of Leon
Trotsky 1937-38, New York: Pathfinder Press, 1976, pp. 18-27].

Tomado de

Daniel Gaido, Los orígenes del Programa de Transición en la Internacional Comunista / The origins of the
Transitional Program in the Comintern, Revista Izquierdas, N° 23, abril 2015, ISSN 0718-5049, IDEAUSACH, pp. 191-214


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