Conmemorar a los caídos luchando por la revolución obrera: el sentido de nuestra intervención electoral

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En la foto Antonio Aguirre, Gap de Allende, detenido-desaparecido, en la imagen preparando su ametralladora 30 mm para enfrentar a los tanques de Pinochet, carpintero de Curanilahue, un obrero revolucionario de la época.


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El levantamiento de los jóvenes estudiantes y trabajadores, saltando los molinetes del Metro, venía precedido en un reguero previo de movilizaciones ambientalistas y feministas de singular importancia y masiva participación. En noviembre de 2018 la huelga de los portuarios del Puerto de Valparaíso con su ocupación de las calles y enfrentamiento con Carabineros, los Profesores, la Anef y otros gremios habían hecho oír sus protestas ante la caída del salario real. El Chile de los años noventas, con boom de consumo y construcción, ya no está más. Según datos del INE, las caídas salariales nos retrotraen a las de la crisis del 1982. 

La plata ya no alcanza y el empobrecimiento general, verificado en toda la América Latina, nos ha llevado, a los trabajadores, a dar respuestas contundentes. El proceso comenzado en octubre pasado ha puesto a la defensiva al gobierno de Piñera, campeón del capitalismo chileno.

La huelga general del 12 de noviembre, convocada por la Cut, Mesa Social y No+Afp representó la máxima expresión de la Unidad Obrero Estudiantil movilizándose masivamente ese y días subsiguientes que puso contra las cuerdas al régimen político en su conjunto.

Por eso nos parece que hay que entender que  la lucha contra las políticas de Piñera se habían convertido en una huelga política de masas contra TODO el régimen político del capital en Chile. El régimen en su conjunto se había puesto en cuestión. Por eso la consigna que sale naturalmente es la de la Constituyente Soberana. Porque lo que está en juego no es quién gobierna sino el régimen político. No es Piñera o Bachelet sino la necesidad de un cambio de constitución política en donde se interpelan el conjunto de las relaciones sociales y políticas chilenas. 

Por eso nos parece que ya no alcanza con la crítica y la lucha contra el gobierno actual, como nos quieren hacer creer algunos que el problema es el neoliberalismo. 

El problema es el capitalismo chileno en su conjunto y las relaciones políticas y económicas de superexplotación que éste exige, junto a las demandas de ilimitadas concesiones a las industrias extractivistas de la minería impuestas por el capital imperialista.

Ante semejante acorralamiento de las masas en las calles, el gobierno recurrió al Ejército y al “Acuerdo por la Paz”. Lo que termina dándole sentido a lo expresado en términos de cuestionamientos al conjunto de la política patronal. Este Acuerdo viene a ser un “salvavidas” no solo para su gobierno, si no para  todo el régimen patronal. Por eso es firmado por toda la izquierda parlamentaria y los que no lo hicieron, como el PC, miraron para otro lado y pero no convocaron más a ninguna protesta. La CUT y la Mesa de Unidad paralizaron cualquier tipo de protesta “encuadrandose” en el espíritu del Acuerdo por la Paz. Desmovilizaron a las y los trabajadores dejando que el movimiento se fuera desinflando, exponiendo a la “primera línea”  a ir quedando aislados a merced de las patotas de carabineros. 

¿Por qué esas representaciones parlamentarias de izquierda actuaron así?

¡Porque están cómodos en sus sillones parlamentarios! Porque está en juego su nivel de vida, salarios y estatus social. Y esto lo encubre en la política de que la contradicción principal es entre “democracia o neoliberalismo”. Pero ese discurso es para la galería, es para justificarse, es para que se los siga identificando, no ya como izquierda si no como “progres” dignos de candidatearse como “mal menor”.

Lo cierto a esta altura de los acontecimientos es que nuestra memoria recuerda que los gobiernos de Bachelet tampoco cambiaron nada, y en algunos casos las empeoraron. Entonces la siguiente pregunta sería:

¿Para que volver a repetir estas experiencias si ya han fracasado? 

¿Qué nos haría pensar en formar un frente electoral con los partícipes del Acuerdo por la Paz que le apuntó al corazón al movimiento del 18 de octubre? 

¿Por qué iríamos tras los pasos de aquellos que retrasan el movimiento real de la historia que es en la dirección que lucharon nuestros jóvenes trabajadores y estudiantes? 

Nuestra propuesta es la de Unir en un solo frente político y social a todos los que rescatamos el sentido de lucha épica contra el régimen político, tras una perspectiva de impulsar “candidaturas obreras independientes” por una Constituyente Soberana, elegida desde las asambleas de trabajadores, desde las poblaciones, desde los colegios y facultades. Con propuestas votadas en las mismas, sumando a todas las iniciativas territoriales, de los cordones vecinales, desde las Asambleas Constituyentes Ciudadanas de todo el País, desde las bases sindicales de la Anef, la Confusam, la Cut, la No+Afp y de las agrupaciones y partidos que hayan participado activamente en todo el proceso de luchas. 

Ese es el sentido de nuestra propuesta, de poner en el centro de la perspectiva política al actor fundamental de estos acontecimientos que no es otro que la clase obrera y sus reivindicaciones sociales y políticas junto a los movimientos feministas, ambientalistas, de las zonas de sacrificio y a los estudiantes que dieron el puntapié inicial a todo este proceso político en el camino a un gobierno que nos represente: un gobierno de los trabajadores.

Grupo primero de Mayo

Valparaíso

11/09/20


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