El infatuado gobernador y el trabajador de Bertolt Brecht

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Por Rolando Astarita

Yo vacuné a una ciudad de Buenos Aires y media, pero a mí me falta mucho vacunar” (Axel Kicillof, 4/06/2021).

Infatuado: el término se refiere a volver alguien fatuo, presumido, petulante, vanidoso, presumido, jactancioso, ostentoso, fanfarrón, aparatoso; que está lleno de presunción o de jactancia de manera extravagante o ridícula.

Bertolt Brecht, “Preguntas de un trabajador que lee” 

¿Quién construyó Tebas con sus siete torres?

En los libros aparecen los nombres de reyes.

¿Arrastraron los reyes los trozos de piedra?

Y la Babilonia varias veces destruida,

¿quién la reconstruyó otras tantas?

¿En qué casas vivían los albañiles de Lima cuando deslumbraba con su oro?

¿Adónde fueron los peones la tarde en que terminaron la muralla china?

La gran Roma está llena de arcos de triunfo. ¿A quién vencieron los césares?

¿El muy nombrado Bizancio sólo tenía palacios para sus habitantes?

Incluso en la legendaria Atlántida, la noche en que el mar se la tragó,

los que se estaban ahogando clamaban por sus esclavos.

El joven Alejandro Magno conquistó la India. 

¿Él solo?

César venció a los galos. 

¿No llevaba con él ni siquiera a un cocinero?

Felipe II de España lloró cuando se hundió su flota. 

¿Nadie más lloró?

Federico II venció en la Guerra de los Siete Años. 

¿Quién ganó además de él?

Cada página, una victoria.

¿Quién cocinó el banquete para celebrarlas?

Cada diez años, un gran hombre.

¿Quién pagó los gastos?

Tantas crónicas.

Tantas preguntas.

Breve reflexión: Marx y Engels alguna vez escribieron que “cuando se constituyó la Internacional formulamos expresamente el grito de combate: la emancipación de la clase obrera debe ser obra de la clase obrera misma” (carta del 17 septiembre de 1879). Es el eje de la lucha socialista. Consigna que convoca a tomar conciencia del poder transformador de la clase obrera, y por eso mismo, del carácter social de las fuerzas productivas. De ahí el contenido reaccionario de todo discurso que desplaza o disimula esa centralidad del poder del trabajo. Concretamente, ¿acaso no son miles de científicos y técnicos los que han desarrollado las vacunas? ¿No son decenas de miles de trabajadores los que se ocupan de conservarlas, transportarlas, acondicionar los centros de vacunación? ¿No son también decenas de miles los que están vacunando? Esto es claro, pero al infatuado gobernador lo tiene sin cuidado porque su objetivo es borrar discursivamente a los millones de asalariados que sostienen el edificio social y generan riqueza. “Yo soy el que vacuna”, nos dice. La masa informe y pasiva del pueblo salvada desde las alturas del todopoderoso funcionario.

El mensaje del marxismo es el opuesto. La producción es social, y tiene un carácter cada vez más social. Pero la apropiación es privada y sometida a la lógica de la ganancia. Por eso, a las preguntas del obrero de Brecht podemos sumarle la pregunta del obrero siglo XXI: ¿quiénes producen, transportan y aplican las vacunas? ¿Los accionistas? ¿Los altos funcionarios? ¿Quiénes generan los miles de millones de ganancias que están teniendo los laboratorios? ¿Quiénes? “Tantas crónicas, tantas preguntas”.

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